Mientras sonaba a capela el himno del Sevilla compuesto por El Arrebato, y tras haber recibido un pequeño recuerdo de Iago Aspas y del Celta, tanto los vigueses como sus compañeros le hicieron un pasillo para que por allí apareciera Jesús con sus dos hijos.
Y ahí, emocionado después de haber recibido el beso de sus padres y de su mujer, con las lágrimas escapando irremediablemente de sus ojos, posó con todos los trofeos conquistados con su equipo del alma. Lejos, en uno de los fondos, una pancarta gigante que decía "Orgullo de Nervión".
Una vez pasado el mal trago, ya empezó a sonreír cuando hizo el saque de honor y peloteó con sus pequeños. Desde ahí, ya se puso el modo futbolista y lideró el círculo en el que pidió a sus compañeros darlo todo para despedirse a lo grande del Ramón Sánchez-Pizjuán.