Martín Anselmi arribó a México como uno de los entrenadores latinoamericanos con mayor proyección, tras dejar una escuela en Ecuador. El argentino, que supo ser periodista y profesor de educación física, llegó a Cruz Azul y, desde el principio, pareció que ambas partes estaban destinadas a encontrarse.
Con el perfeccionismo de quien está hambriento de gloria, Anselmi construyó un proyecto desde su visión con una alineación que, conforme fueron pasando las jornadas se fue consolidando gracias a un estilo eficaz de encontrar siempre espacios y, por sobre todas las cosas, no dejar de correr.
Tras su primera temporada, en la que Cruz Azul no pudo concretar su buen andar en temporada regular una vez llegada la complicada y distintiva liguilla, Anselmi redobló la apuesta para el Apertura 2024. No obstante, la historia terminó igual: el mejor en fase regular e incapaz de saber jugar los enfrentamientos directos frente a un América pragmático y eficaz.
Sin embargo, para consuelo de Anselmi, mientras en otros lares no se pueden tolerar dos eliminaciones dolorosas contra un acérrimo rival, la afición de Cruz Azul, que supo aguantar más de dos décadas sin celebrar un título de liga, le dio el espaldarazo a su entrenador para que continuara con su proyecto deportivo.
El escandaloso adiós
Pero, tras los primeros partidos de este Clausura 2025, La Noria comenzó a edificar otro de los tantos episodios de drama que Cruz Azul ha protagonizado en su historia y la fiel y afligida afición azul supo que estaba ante un suceso más que les iba a romper el corazón.
El rumor empezó en la prensa y, para cuando se comenzaban a consolidar como verdades difíciles de refutar, Martín Anselmi fue captado en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, muy entrada la noche y utilizando una gorra para intentar pasar desapercibido mientras avanzaba a la sala de un vuelo que partía rumbo a Portugal.
El fulminante y rápido adiós de Anselmi para dirigir al Porto inmerso en plena competencia europea fue una decepción en todos los sentidos para los cruzazulinos. Allí estaba, el mismo tipo que les había hablado de unión, de poner el corazón y de sentirse azul desde la cuna como ellos, yéndose por la puerta de atrás llevándose con él el buen juego que presumían inflando el pecho.
La fe inquebrantable
Y aunque las primeras jornadas tras el adiós de Anselmi fueron confusas, raras y carentes del ritmo vertiginoso que había con el argentino en el banquillo, pronto la gente recordaría que es su empuje y su fe en tiempos mejores la que siempre ha prevalecido. Con eso en mente y como centro de su pasión, le dieron la bienvenida a un uruguayo histórico del fútbol mexicano que estaba decidido a aprovechar la oportunidad de dirigir un grande.
Vicente Sánchez es un ídolo del Toluca. Su pierna zurda y sus regates todavía provocan nostalgia en el Estado de México. Por eso, al principio fue difícil acostumbrarse a ver al uruguayo al frente de un Cruz Azul dolido y buscando no caer a la lona tras el golpazo que Anselmi le había dado en plena quijada.
Lejos de asustarse con el reto, Sánchez comenzó a moldear su estilo, siempre aprovechando las bases trabajadas por Anselmi. Consciente de la labor del argentino, el uruguayo supo que había que ajustar poco en lo futbolístico pero sí en lo mental, donde detectó un área de oportunidad para destrabar un bloqueo ante situaciones de gran tensión.
Poco a poco, casi sin hacer ruido ni aspavientos, Cruz Azul fue cosechando puntos e incluso pudo cruzar una frontera mental que lucía imposible de sortear al eliminar al América de la Champions Cup de la Concacaf. Con ese triunfo rimbombante, dejando tirado al rival de siempre tras una serie extenuante que se definió hasta el final, el equipo terminó por liberar todo su potencial.
Por eso, llegada a la última jornada del campeonato regular, ya con la calificación directa a la liguilla asegurada, Cruz Azul visitó a Toluca con un agregado atractivo más allá de un duelo que ya prometía ser bien jugado: Azules y Diablos Rojos, en ese orden, eran los dos equipos con más puntos en el año futbolístico por sólo dos unidades de diferencia.
Y aunque el ego de ser el mejor ya era suficiente para que los dos equipos salieran con todo lo que tenían a la cancha, el morbo para el cotejo lo agregó un premio estipulado, y nada despreciable, por la Liga MX: un millón de dólares. Una cantidad que terminará en las arcas de Cruz Azul tras un vertiginoso empate entre ambas escuadras.
Pero, lejos de celebrar la regularidad que significa ser el equipo con más puntos en un año futbolístico, la gente de Cruz Azul prefirió la mesura. Años de sufrimiento les han enseñado que lo que importa es la liguilla y las semifinales de la Champions Cup de la Concacaf frente a Tigres, donde sólo importa ganar y eso es lo único que anhela un pueblo curtido en dolor, por sobre todas las cosas.