En 2011, la palabra Querétaro fue nombrada como la más bonita en castellano en una votación organizada por el prestigioso Instituto Cervantes en la que participaron más de 33,000 personas y luego de que el actor mexicano Gael García Bernal la propusiera.
Querétaro, que en otomí significa "isla de las salamandras azules”, es también el nombre de un estado de la República Mexicana, de la capital del mismo, y de un equipo de Primera División de la Liga MX que ha sido manoseado por la falta de escrúpulos de directivos mexicanos que han desaparecido y revivido la franquicia en varias ocasiones.
Para colmo, cuando ha existido en el argot futbolero nacional, el Querétaro F.C. no ha podido establecer ningún tipo de arraigo estadístico. El club no tiene ningún título en sus interrumpidos 75 años de historia y su andar por los anales del campeonato mexicano han sido, por lo general, mediocres y sin gran emoción. Un panorama que predominó en el último torneo en el que los Gallos Blancos terminaron en el lugar 12 de 18 equipos y con un proyecto debilitado.
Pero, a pesar de este contexto y de su estatus de equipo pequeño, el club —ubicado a poco más de 200 kilómetros de la Ciudad de México—fue vendido hace unos días a un grupo estadounidense, comandado por Marc Spiegel, fundador del conglomerado inversor creado hace dos años Innovatio Capital, con sede en Atlanta, Georgia, quien le pagó 120 millones de dólares a Jorge Alberto Hank Inzunza, dueño del Grupo Caliente y de los Xolos de Tijuana.
Spiegel, quien sólo nombró al Grupo Fonseca como parte del grupo inversor, será el presidente del equipo y se mostró entusiasmado de la nueva aventura mexicana que abordará. “Hemos analizado más de 200 inversiones diferentes en todo el mundo, en múltiples continentes. Varias personas con las que hablé habían mencionado México, y realmente no lo habíamos visto mucho, pero cuando profundizamos, nos encontramos con el mayor potencial de cualquier liga que pudimos revisar”.
Una nueva era
La venta del Querétaro, aprobada por la Secretaría de Economía del gobierno de México y por la Federación Mexicana de Fútbol, es un parteaguas en la historia del fútbol nacional y de su organización, dejándolo a la deriva de una inyección de capital que lo consolidaría en lo económico, gracias a un panorama abierto a inversiones que hasta hace pocos años no estaban en el radar.
Para empezar, un mal deportivo del fútbol mexicano ha cambiado en la Primera División con el final del Grupo Caliente. Se espera que los otros tres aglomerados —Grupo Orlegui (Atlas y Santos), Grupo Salinas (Mazatlán y parte del Puebla) y Grupo Pachuca (León y Pachuca), se deshagan de alguno de sus activos, lo que eliminaría la multipropiedad anticompetitiva que este verano afectó al Club León que fue dejado fuera del Mundial de Clubes por esta razón.
El grupo inversor estadounidense se une al de Eva Longoria y al de los actores Ryan Reynolds y Roy McElhenney, quienes en 2021 se hicieron con la mitad del Club Necaxa, provocando que el equipo obtuviera una valoración de 200 millones de dólares, y la generación de una serie sobre el club parecida a Welcome to Wrexham, en la que se documenta el camino ascendente en el fútbol inglés del equipo de Gales.
Sin el fantasma de la multipropiedad en el ambiente y con el fondo capital Apollo Global Management, con sede en Nueva York, todavía esperanzado de revivir su negociación —caída hace tres años— para invertir en la Liga MX y redefinir los derechos televisivos de los equipos de Primera División, el panorama empresarial tiene ante sí un camino totalmente abierto, lo que generaría, incluso, que se suprima para siempre el sistema ascenso-descenso que ha estado en pausa desde 2020 para seguir predominando el dinero, por encima de todo.
Ese contexto permitiría a una gran cantidad de conglomerados de inversión adentrarse a una liga que todavía está alejada, en cuestión de valoración, de las grandes competencias deportivas estadounidenses, pero que tiene un techo amplio que recorrer en un mercado que, a diferencia de lo que ocurre con la MLS en el vecino del norte, es el dominante en México.
Un hecho que Spiegel tiene claro al analizar a su nuevo equipo que juega sus partidos de local en un lugar industrializado y emergente de 1.5 millones de personas. “Si nos fijamos en lo que está pasando en esa ciudad y en ese estado en términos de desarrollo económico, de calidad de vida, de crecimiento de la población, la gente que se muda allí desde diferentes partes no sólo de México, sino también fuera del país; lo comparo con lo que ha sucedido con Austin, Texas”.
Tras un fracaso apoteósico en Catar 2022, los directivos mexicanos han sabido salir airosos de cualquier daño posible y sin dejar en segundo plano el aspecto deportivo a base de dinero. Un nuevo cachetazo a la pasional competitividad de una comunidad futbolera que tiene cada vez menos de donde aferrarse.