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La inquebrantable fe del americanismo en otra final de la Liga MX

La inquebrantable fe del americanismo y una nueva final de la Liga MX
La inquebrantable fe del americanismo y una nueva final de la Liga MXAGUSTIN CUEVAS / Getty Images South America / Getty Images via AFP
Empujado por su gente, el Club América logró remontar una eliminatoria de alarido en casa y se clasificó a una nueva final de la Liga MX; la cuarta consecutiva. Una epopeya digna de una rica historia que no para de acrecentarse.

Hay muchas cosas que se pueden debatir sobre el americanismo, pero hay una sola irrefutable que nadie en México duda: la fe inquebrantable en su equipo. 

Pero, a diferencia de una creencia por una deidad donde el creer no necesita pruebas fehacientes, la gente del América lleva cuatro temporadas de hechos imborrables que han engendrado tal vez la mejor época de su historia. 

Y, como si no fuera poco lo que han vivido, esta tarde de domingo lluviosa y fresca en la Ciudad de México, la gente de América volvió a disfrutar de otra epopeya que los colocó en una nueva final del fútbol mexicano, la cuarta consecutiva.

La víctima, en medio del júbilo, fue una cara conocida y preferida en los últimos tiempos. Para Cruz Azul ya es un fastidio, un letargo y un doloroso calvario tratar de eliminar al América. Una de esas cosas difíciles de explicar y que superan cualquier análisis racional alrededor de la pelota.

Para colmo, para matar más que nunca las ilusiones celestes, América fulminó la corta y mala racha que este semestre había tenido frente a Cruz Azul, equipo que lo eliminó de la Concacaf Champions Cup y que lo derrotó en el partido de ida de la semifinal de este Clausura 2025.

Esa buena racha había despertado algo más que la ilusión de una noble afición curtida en el dolor de derrotas difíciles de explicar desde la lógica. El culpable fue Vicente Sánchez, un histórico uruguayo del fútbol mexicano, que borró rápido el sentimiento de abandono que dejó Martín Anselmi al irse al Porto. 

Lejos de querer imitar el fundamentalísimo de Anselmi, siempre prensando en atacar y con n proponer, Sánchez instaló una forma pragmática de competir priorizando el resultado con una sólida línea de cinco con tres centrales duros pero de buen pie, comandada por Gonzalo Piovi, un argentino exquisito y con gran lectura del juego.

Con esa forma de entender y competir, Cruz Azul se plantó en el partido de vuelta, conscientes de que iban a sufrir al dejar de lado la iniciativa del juego, esperando un contraataque que liquidara la eliminatoria. Y si bien el planteo de Sánchez estuvo cerca de tener éxito al llegar al medio tiempo con un empate sin goles y luego con un gol del buen mediocampista argentino Lorenzo Faravelli, el plan táctico terminó siendo sofocado por el empuje del América, que hizo un partido intenso desde el primer minuto del encuentro en el que supo remontar una desventaja de dos goles. 

En cancha, convertidos ya en semidioses del americanismo, estuvieron nombres ya encubramdos en su rica historia: Álvaro Fidalgo construyendo el juego desde su sapiencia y su mente veloz; Henry Martín dando cátedra de cómo debe ser un 9 completo eficaz; Luis Malagón en el arco siempre dirigiendo a los suyos; y otros actores preponderantes e ilustres que dejaron claro que de ganar nadie se cansa nunca. 

Pero más allá de otra victoria rimbombante, lo que quedó decretado esta noche, por si alguien tenía la duda, fue el valor de la gente del América, que cuando su equipo estuvo abajo en la eliminatoria y cerca de quedarse fuera del torneo, empujó a su equipo con la fe de quien no necesita pruebas para ejercer un amor sin medida que hoy, más que cualquier otra cosa, puso al América en una nueva final.