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Ignacio Beristáin, el mejor entrenador de boxeo en la historia, está cerca del retiro

Ignacio Beristáin atiende a la prensa.
Ignacio Beristáin atiende a la prensa.ETHAN MILLER / GETTY IMAGES NORTH AMERICA / Getty Images via AFP
Una lesión ocular lo alejó a los 20 años del sueño de ser campeón del mundo. Lejos de sumirse en la frustración, se entregó a la disciplina desde el puesto como entrenador. Su dedicación y pasión lo convirtieron en el mejor del mundo, forjando desde su conocimiento a 29 campeones mundiales.

A sus 86 años, Ignacio Beristáin dice estar cansado. El que para muchos es el mejor entrenador de boxeo en el mundo ha anunciado que se retirará pronto, luego de que su cuerpo finito comienza a quedarse muy atrás de su pasión por estar cerca de un ring y al lado de futuros pugilistas.

'Nacho' Beristáin nació el 31 de julio de 1939 en el Actopan, Veracruz, justo en el Golfo de México donde aprendió que el buen arte del boxeo podía ser una manera digna de ganarse la vida y, sin pensarlo mucho, se puso los guantes y se dispuso a convertirse en campeón del mundo.

Para mala fortuna, Nacho tuvo que dejar de lado ese anhelo deportivo a los 20 años, cuando una grave lesión en uno de sus ojos lo hizo elegir entre seguir compitiendo o salvaguardar su visión. Contrariado, pero sin ganas de alejarse del deporte que se había convertido en lo más importante de su vida, decidió entonces centrarse en la tarea de formar boxeadores: si él no había podido, otros lo harían de su pasión. A pesar de su ferviente deseo, nadie en su entorno se imaginaba el alcance que su decisión iba a tener.

Con los Juegos Olímpicos de México 1968 en puerta, Beristáin comenzó la ardua tarea de entrenar pugilistas para poner el nombre del país muy en alto y de la mano de una filosofía que lo acompañaría el resto de su carrera: "Nuestra idea siempre ha sido preparar a los boxeadores para recibir menos golpes. Es un deporte difícil, hasta cruel, pero nuestra obligación es hacerlos mejores", explicó alguna vez.

A pesar de su juventud, en las Olimpiadas mexicanas la delegación local pudo presumir, al final de la justa, haber conseguido cuatro medallas: dos de oro y dos de bronce. Preseas que servirían para cimentar una trayectoria intachable y perdurable con el correr de los años. Sus pupilos ganarían más medallas en futuras competencias olímpicas.

En total, por su mirada, sus consejos y su visión de cómo boxear en pos de victorias resonantes sin terminar con tantas heridas, Beristán ha formado a 29 campeones mundiales. Un legado eterno y de orgullo nacional que ha sido premiado con un ingreso en 2006 en el Salón de la Fama del Boxeo Internacional y un posible récord Guinness por la cantidad llamativa de pugilistas de gran palmarés que fueron curtidos bajo su liderazgo deportivo y emocional.

'Nacho' Beristáin, en plena acción.
'Nacho' Beristáin, en plena acción.ETHAN MILLER / GETTY IMAGES NORTH AMERICA / Getty Images via AFP

Sobre lo complicado que era entrenar a un boxeador, Nacho dijo alguna vez: "Han pasado muchos entrenadores por aquí, pero pocos terminan siendo verdaderos formadores. Se necesita paciencia, disciplina y compromiso para guiar a un peleador hasta la cima".

Por sus manos han pasado, entre muchos otros, los ilustres: Ricardo López, Juan Manuel Márquez, Rafael Márquez, Gilberto Román, Daniel Zaragoza, Julio César Chávez, Humberto González, Óscar De La Hoya, Alejandro Barrera, Abner Mares, Jorge Paez y Rey Vargas.

Una carrera legendaria y exitosa que Beristáin ha construido desde la pasión y una disciplina inquebrantable. Una fórmula perfecta que ha servido de inspiración y como un reflejo de la esencia del boxeo mexicano: un estilo frontal, dinámico y de golpes certeros que ha conquistado al mundo.

El inexorable e inevitable paso del tiempo

Todos los días, desde que tiene 20 años, Beristáin sigue la misma rutina matutina. Sin excepción, el afamado entrenador se despierta a las 05:00 a.m. Tras estirarse, agradecer por otro de vida, se levanta y se viste con la calma de quien se ha ganado el respeto por hacer con amor su pasión.

Con paso firme y lento, mientras observa los colores de la mañana, Beristán se dirige a su Gimnasio Romanza -bautizado así en honor a sus pupilos Daniel Zaragoza y Gilberto Román- un barrio popular lleno de la mexicanidad cotidiana que alimenta el culto a este país.

Allí, en ese recinto histórico del boxeo mexicano donde se edificaron los cimientos de nombres ilustres e inolvidables del deporte nacional, Beristáin prende la caminadora, un poco frustrado porque su cardióloga le ha prohibido trotar como lo hacía siempre. Y entonces camina, aunque sea de manera artificial, en medio del bullicio del gimnasio que sigue repleto de jóvenes pugilistas.

Pero, a pesar del romance que ha dejado su vida al argot mexicano y sus grandes historias de boxeo, Beristáin ve muy cercano el final de su vida profesional. "Sigo ayudando a los muchachos (a entrenar), pero ya estoy cansado. Pronto tocaré la campana del retiro", dijo hace un par de semanas. Un retiro ganado a pulso y dejando atrás historias eternas que siempre vale la pena contar.