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La gran Renata Zarazúa hace historia para el tenis mexicano en el US Open

 La gran Renata Zarazúa hace historia para el tenis mexicano en el US Open
La gran Renata Zarazúa hace historia para el tenis mexicano en el US OpenANGELA WEISS / AFP

La oriunda de la Ciudad de México y nacida en una familia de abolengo tenístico dejó su nombre escrito en el deporte blanco mexicano herido de muerte desde hace décadas, al eliminar a una top 10 del mundo en la cancha central del US Open en Nueva York.

La cultura tenística en México tiene historias sobresalientes, pero carece de la pasión popular de su gente. Encerrado en círculos pequeños y alejados de espacios públicos en general, el deporte blanco no atrapa a la comunidad, aunque los esfuerzos de sus atletas siguen causando admiración y respeto. 

El último gran episodio en esta disciplina ninguneada en el país lo escribió este lunes la capitalina Renata Zarazúa, quien se plantó en el gigantesco Arthur Ashe Stadium, la cancha central del US Open, con su 1.60 metros de estatura para enfrentar en la primera ronda a la actual campeona del Australian Open y la 6 del ranking mundial, Madison Keys

La mexicana, de 27 años, tuvo que sortear tres cosas desde el inicio del cotejo: el sentimiento de sentirse visitante, sortear el claro favoritismo de Keys y controlar su impulso para que un escenario de primer mundo no terminara por aplastarla anímicamente. Algo que pudo hacer después de los primeros puntos, cuando se sintió cómoda desde el fondo de la cancha y decidió que iba a disfrutar el momento. 

Jugar sin ataduras

Tras sentirse liberada, como quien entiende que en realidad no tenía nada que perder, Zarazúa sacó el pundonor de su crianza, esa con la que se aferró a la raqueta en cada momento difícil de su vida, cuando pocas cosas le daban consuelo. Porque aunque siempre se ha mentido alejada de la élite del deporte blanco, la mexicana supo que había oportunidades que simplemente no se pueden dejar pasar. 

Una actitud que le daría frutos en cada uno de los escenarios adversos que le fue presentando el partido. Pronto, Zarazúa supo que si bien había una rival del otro lado de la cancha (una muy buena jugadora que aspira a grandes cosas), en realidad la disputa era frente a su propio camino y a los posibles demonios que suelen salir en contextos de inferioridad. 

Un enfoque preciso que no le hizo perder el rumbo cuando perdió un cerrado y apretado primer set por 6-7. Lejos de sentirse desolada como el náufrago que siente que no va a llegar a esa orilla del mar que ya ha visualizado, la mexicana decidió ver la situación como la prueba final de que le podía competir a cualquiera  y que si, seguía disfrutando de los recorridos al fondo de la cancha y los golpes certeros de su raqueta, lago bueno podía salir. 

En la memoria colectiva del deporte mexicano ya están el segundo y tercer set de Zarazúa jugó frente a Keys. Dos escenarios dignos de la idiosincrasia nacional de empuje y pundonor, pero muy alejados del sentimiento de inferioridad camuflajeado con la humildad que se inculca en el país desde niños. 

Sin perder el enfoque, pero con una arrogancia perfecta y sutil en su juego, Zarazúa se plantó en el segundo con un 7-6 apretado y de puño cerrado, con el que confirmó que tenía ante sí la posibilidad, por muy poca que fuera, de sacudir el circuito femenil. Ya no importaba el palmarés de Keys, incluida su rimbombante coronación en el Australian Open de inicios de año, ni si ella era la 82 del mundo. La chilanga enfrentaba a la lógica y no hay nada más atractivo para un atleta que vencer a lo que se supone está dado por hecho.

El momento histórico

En ese punto, la estadounidense no tuvo nada que hacer. Porque mientras Keys intentaba luchar contra su propia frustración por no poder lidiar con facilidad con la que se suponía era una rival a modo y un simple trámite, la chaparrita mexicana seguía jugando sin ataduras emocionales y difuminando cualquier posible cansancio con su valentía. 

El tercer set también fue a límite. Y cuando Zarazúa confirmó su victoria con un 7-5 que la dejó casi sin aliento y al borde de las lágrimas, volteó hacia la grada con las manos en la cabeza para cruzar mirada con los suyos y sus ojos se iluminaron al mismo tiempo que más de uno en México se aprendía su nombre para arroparla en el siempre cálido cariño multitudinario mexicano. 

“Estaba muy nerviosa, tenía ganas de llorar y miedo de salir a jugar. ¿cómo ese miedo lo voy a transformar? Y me dije: ‘tienes que ser como una profesional y salir y dar todo’”, dijo Zarazúa al finalizar el partido en una muestra de humanidad y sinceridad genuina. 

El registro del torneo estipuló que el partido dura más de tres horas. Tiempo de transmisión televisiva en el que muchos mexicanos vibraron con cada una de sus acciones. Pero para Zarazúa fue mucho más que eso: se trató del premio a un camino cuesta arriba lleno de arduo trabajo y entregada al deporte que más ama, el que le dio un motivo para continuar. Una gran victoria que habrá de recordar toda su vida y que espera, como todos en México, que no sea la última.